22 enero 2006

El presente es de los valientes

"La primera cualidad del camino espiritual es el coraje"
Gandhi
“El mundo parece amenazador y peligroso para los cobardes. Éstos buscan la falsa seguridad de una vida sin grandes desafíos, se arman hasta los dientes para defender aquello que creen poseer. Los cobardes terminan construyendo los barrotes de su propia prisión.”
MANUAL DEL GUERRERO DE LA LUZ
Paulo Coelho

Todos tenemos miedo a lo desconocido. A veces nos acostumbramos a algo, por mucho que nunca antes lo hubiésemos imaginado, simplemente por el hecho de alejarnos de terrenos ignotos y, transcurrido un tiempo, ese acto se nos instala en nuestra rutina diaria, haciéndose aceptar. Se trata del calor de la forma, lo conocido, lo abarcable. La seguridad del pájaro en mano.

a) la seguridad:
La opción de la seguridad tiene una recompensa muy gratificante: la tranquilidad. Lo que hacemos no nos da sobresaltos, no nos provocará un infarto por el susto (aunque quizás sí por otros asuntos). Lo conocido lo podemos manejar, más o menos, y sabemos por dónde llevarlo, nos encante o los detestemos.

b) la temeridad:
En el lado opuesto tenemos la temeridad. Aquello que se pasa de valiente para resultar una locura, un riesgo excesivo. Curiosamente, muchas veces la temeridad surge del domino de un arte u oficio, como por ejemplo el conductor que adelanta por la derecha a 200 por hora. Puede ser que lo haga porque no domina el coche y no encuentre el pedal de freno, pero también puede conducir así porque, precisamente, tenga tan gran manejo del mismo que, al no hallar aliciente en los adelantamientos normales, opte por ese riesgo. El placer del desafío, del subidón de adrenalina, el goce de lo prohibido, incluso. Creo que coincidiremos en que casi nunca, por no decir nunca, es conveniente ser temerario. Muchos dirán, precisamente por su oposición a la temeridad, que la seguridad es la mejor elección.

c) la valentía:
Sin embargo, a veces se olvida que existe una alternativa a estas dos disciplinas. Se trata de la valentía o coraje.

Hay gente más predispuesta a la valentía que otra. No creo que haya personas absolutamente valientes (porque a veces se exceden, llegando a la mencionada temeridad, y otras veces nadie escapa del conservadurismo y opta por lo seguro), pero es la condición que, a mi juicio, más se acerca al ideal de perfección, felicidad, o lo que sea. La valentía consiste en escoger la opción que consideres más idónea para ti, por muy aventurada que parezca, y aún cuando suponga algún sacrificio. Digo “algún” porque no todo sacrificio vale la pena para el valiente. Si lo considera excesivo, entenderá que estaría entrando el terreno de la temeridad. Se diferencia, asimismo, del conservadurismo o búsqueda en exceso de la seguridad en que conoce y asume que ha de afrontar un sacrificio, o sea, una pérdida, una renuncia. Sabe que ha de elegir, y elegir es renunciar. Siempre. El “seguro” no quiere asumir ese sacrificio, porque sabe que eligiendo la opción más “fácil” o segura, obtendrá un mayor placer o ganancia a corto plazo.

En efecto, la putada de la seguridad es ésa, precisamente. Que seduce instantáneamente, mientras que el placer que puede comportar la valentía no siempre es palpable a bote pronto. Quien no caiga a veces en la “seguridad” no pertenece a este mundo. Es humano. Es normal. Para elegir la valentía hay que tener visión de futuro. Mirar, sopesar, e interrogarse: “ahora estoy así. Si elijo A, me quedo tal cual; si elijo B, pasará... ¿qué me compensa?”

Muchas veces pensamos que para optar por B, mejor quedarnos como estamos. Total, si hemos sobrevivido, no será tan malo. Lo que viene podría ser peor. En efecto, podría serlo... ¡pero también podría ser mejor! ¡O incluso mucho mejor!

Si vas a aparcar donde siempre, a mil km. de adonde te diriges, porque sabes que hay aparcamiento seguro, efectivamente aparcarás. Pero si te arriesgas a ir hasta las inmediaciones de tu destino, podrán pasar dos cosas: que tengas que volverte a donde el principio, porque no encuentres sitio, con la consecuente pérdida de tiempo, o que encuentres una plaza de puta madre. Es arriesgado. Pero una cosa está clara: sólo aparcará delante de donde quiere ir el que vaya delante de donde le gustaría aparcar.

Sólo el que se arriesga gana.